La producción mundial de plástico está aumentando, alcanzando los 400 millones de toneladas métricas anuales en 2022 y se prevé que se duplique para 2050. Con menos del 10% de los desechos plásticos reciclados, el problema no es solo estético; es una creciente catástrofe ambiental y de salud. Si bien las negociaciones internacionales para frenar la contaminación plástica se han estancado, la búsqueda de alternativas, como los plásticos biodegradables, está ganando terreno, pero enfrenta importantes obstáculos.
La realidad química de la contaminación plástica
El gran volumen de residuos plásticos es alarmante, pero la composición química lo es aún más. Los científicos han identificado más de 4.200 sustancias químicas tóxicas y persistentes en los plásticos, liberadas a lo largo de su ciclo de vida, desde la extracción hasta la eliminación. Sólo el 6% de ellos están regulados internacionalmente, lo que expone a los seres humanos y a los ecosistemas a riesgos desconocidos. A medida que los plásticos se descomponen en microplásticos y ahora nanoplásticos, estas sustancias químicas se acumulan en la cadena alimentaria; estudios recientes las encuentran en órganos humanos, lo que provoca envejecimiento celular, alteraciones genéticas e inflamación.
El problema va más allá de la contaminación visible. Los nanoplásticos, más pequeños que un cabello humano, están ahora presentes en el océano en niveles comparables a los microplásticos, hundiéndose en las profundidades y atravesando barreras biológicas, alterando potencialmente los procesos celulares. La escala de esta contaminación es inmensa: se estima que sólo en el Atlántico Norte hay 27 millones de toneladas métricas de nanoplásticos.
La promesa y los peligros de los plásticos biodegradables
Una solución propuesta es pasar a los plásticos biodegradables, materiales que los organismos naturales descomponen en subproductos inofensivos. Sin embargo, la mayoría de las opciones “biodegradables” actuales son compuestos de materiales de origen biológico (como fibras de madera) y petroquímicos. Estos pueden liberar sustancias químicas nocivas como el ácido tereftálico y el bisfenol A a medida que se degradan, lo que plantea nuevas amenazas ambientales.
Incluso los plásticos puramente biológicos no están exentos de problemas. El ácido poliláctico (PLA), elaborado a partir de maíz o caña de azúcar, requiere una agricultura intensiva que contribuye a la deforestación y la contaminación del agua, mientras que el diacetato de celulosa (CDA), derivado de la pulpa de madera, puede no descomponerse completamente en ambientes marinos. Ambos todavía se degradan en microplásticos con las mismas mezclas químicas.
El camino a seguir: materiales sostenibles y consumo reducido
Los investigadores están explorando soluciones, como la espuma CDA para acelerar la biodegradación y el abastecimiento sostenible de materias primas de origen biológico (como residuos industriales o pulpa de madera certificada). Pero el costo sigue siendo una barrera, ya que los plásticos biodegradables suelen ser más caros de producir.
La solución más eficaz a largo plazo puede consistir en reducir por completo la producción de plástico. Una bolsa de plástico promedio se usa solo 12 minutos antes de desecharla, lo que plantea dudas sobre la necesidad de artículos de un solo uso. Es crucial redirigir el uso del plástico a aplicaciones esenciales mientras se eliminan gradualmente los productos químicos tóxicos y se priorizan las alternativas sostenibles.
Las negociaciones en curso sobre tratados de la ONU ofrecen un rayo de esperanza, pero requieren un compromiso renovado de todas las naciones. Resolver la contaminación plástica exigirá un cambio sistémico, no solo soluciones tecnológicas. Como dijo un científico, no existe una solución rápida que nos permita mantener nuestro estilo de vida actual sin consecuencias.





















