Los núcleos eternos: ¿Qué sucede con las estrellas muertas en el futuro profundo?

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El universo que conocemos está dominado por estrellas en diversas etapas de vida y muerte. Pero ¿qué queda cuando esas estrellas agotan su combustible? La respuesta está en el destino de las enanas blancas: los núcleos densos y en proceso de extinción de estrellas similares al Sol. Estos restos estelares, aunque a menudo se pasan por alto, en última instancia heredarán el universo a medida que otras estrellas se extingan. Su historia no es la de una rápida destrucción, sino la de una decadencia inimaginablemente lenta que se extiende a lo largo de billones de años.

La larga y fría vida de una enana blanca

Las enanas blancas no se sustentan en la fusión nuclear como las estrellas activas. En cambio, resisten el colapso gravitacional a través de presión de degeneración electrónica, un efecto de la mecánica cuántica en el que los electrones están tan apretados que se niegan a ser comprimidos más. Esto les permite existir durante un tiempo sorprendentemente largo, enfriándose lentamente a lo largo de eones. La enana blanca más fría conocida, PSR J2222-0137 B, tiene 11 mil millones de años y aún brilla a 3.000 kelvin, comparable a una bombilla incandescente caliente.

De enana blanca a enana negra: una transición invisible

Durante aproximadamente 10 billones de años, una enana blanca irradiará el calor restante y eventualmente se convertirá en una enana negra : un remanente frío y oscuro invisible en casi todas las longitudes de onda de la luz. Actualmente, no existen enanas negras en nuestro universo; el cosmos simplemente no ha existido el tiempo suficiente para que se complete el proceso. Se necesitarán mil veces la edad actual del universo para que surja el primero.

El destino final: evaporación y descomposición

Pero ni siquiera las enanas negras son verdaderamente eternas. Dos procesos teóricos sugieren su eventual desaparición. El primero implica la producción de pares inducida por la curvatura del espacio-tiempo. En regiones de intensa gravedad, las partículas cuánticas pueden surgir espontáneamente, tomando prestada energía de la propia enana negra. En escalas de tiempo de 1078 años, esto podría conducir a su completa evaporación.

La segunda posibilidad, más violenta, es la desintegración picnonuclear. Al estar tan apretados, los núcleos dentro de la enana negra podrían fusionarse aleatoriamente mediante el azar cuántico, desestabilizando su estructura. En una fracción de los casos, esto podría desencadenar un colapso catastrófico y la detonación final de una supernova, dejando tras de sí nada más que radiación.

Un legado lejano

Estos acontecimientos están tan alejados de nuestro presente que siguen siendo en gran medida teóricos. Se estima que las primeras supernovas picnonucleares se producirán dentro de 101.100 y 1032.000 años a partir de ahora. Pero a medida que el universo envejece, estas enanas negras en descomposición se convertirán en la fuente dominante de luz y energía, mucho después de que todas las demás estrellas se hayan desvanecido.

En un futuro inimaginablemente lejano, el universo estará poblado por restos fantasmales de estrellas muertas, que se disuelven lentamente en la oscuridad. El destino de las enanas blancas es un recordatorio de que ni siquiera los objetos más estables del cosmos son inmunes al implacable paso del tiempo.

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